La Consturcción del Convento e iglesia de Santo Domingo, 5ºParte, por Jesus Daniel Laguna Reche

LA CONSTRUCCIÓN DE LAS CAPILLAS.
El día 13 de noviembre de 1556 el padre provincial de Andalucía, fray Martín de Mendoza, concedió licencia a los frailes de Santo Domingo de Huéscar para que vendiesen las capillas del convento a quienes quisiesen, y en su efecto otorgasen las escrituras pertinentes.
Posteriormente, ya en la década de 1580, volverían a concederse nuevas licencias al convento para el mismo fin.
Como otras tantas partes de la obra, las capillas, como ya se ha dicho, también sufrieron el retraso en su construcción. Aunque no hemos encontrado referencias a todas podemos creer, y así lo hacemos, siguiendo la lógica de una planta regular, que la iglesia del convento tenía diez capillas, de las cuales hemos podido documentar nueve, concretamente las cinco de la Epístola y cuatro del Evangelio. De siete de ellas conocemos la advocación a la que sin ninguna duda se dedicaron y su situación en la iglesia; por otro lado conocemos la advocación de otras dos capillas que hemos podido identificar, junto a una tercera, como las tres primeras del lado del Evangelio entrando por la puerta principal, aunque sin determinar el orden en que estaban.

 
Todas las capillas debían cumplir tanto en su construcción como en su puesta en funcionamiento una serie de condiciones que aparecen en todas las escrituras de venta o donación que al respecto se hicieron, y que no vamos a repetir al hablar de cada una de ellas.
Primeramente debían seguir una traza similar en su estructura y dimensiones, para dar unidad al conjunto. El techo tenía que ser de bóveda, aunque fuese simple, y cada capilla tendría su correspondiente ventana, una cripta y un hueco en los muros medianeros con las capillas colindantes para que los clérigos pudiesen pasar de una capilla a otra a decir los oficios. Los propietarios de las capillas tenían la obligación de pagar su parte de las medianerías de sus muros. Una vez finalizadas, sus primeros patronos quedaban obligados a colocar en su capilla el retablo de su advocación, el altar para la misa, las rejas de la entrada y las puertas de los pasos laterales a las capillas colindantes.
Capilla de San Gregorio. Familia Maza (1557)
Fue de las diez capillas de la iglesia la primera en contratarse y ser fabricada; pasarían más de veinte años para ver contratada otra capilla.
Estaba situada en primer lugar por el lado del Evangelio y de forma colateral a la capilla mayor, que se encontraba en construcción, lindando por las espaldas con el trozo de huerta destinado a la edificación de un claustro.
Su constructor fue Alonso Sánchez Maza, uno de los personajes más importantes de Huéscar en el siglo XVI, tanto por su enorme riqueza –tasada dos años después de su muerte en más de siete millones de maravedíes- como por el hecho de haber ejercido durante muchos años importantes cargos públicos.  Hermano fundador de la hermandad del Santísimo Sacramento en 1544, ocupó el oficio de regidor durante bastantes años y hasta su muerte, en 1561. Fue además recaudador de las rentas del duque de Alba, escribano del Cabildo y escribano público, oficio éste al que accedió el día 8 de octubre de 1533 tras renuncia en él hecha por Lucas Mesía, y que ejerció hasta el 17 de enero de 1545, cuando se le concedió la renuncia que hizo el 11 de octubre de 1544 a favor de su hijo Fernando Maza de los Hinojosos, quien lo mantuvo hasta 1585.
Las condiciones para la construcción de la capilla, que habían sido validadas por el provincial de la Orden el 11 de noviembre de 1556,  fueron presentadas al convento el día 27, y tras las tres reuniones que el protocolo exigía se aceptaron, concediéndose la capilla el 23 de julio de 1557.
El convento aceptó las condiciones para la obra presentadas por el regidor atendiendo a las limosnas y buenas obras que le había hecho desde su fundación.
La obra, que continuaba la ya empezada y por la que pagaría el constructor cuarenta ducados, consistía en la finalización completa de la capilla, que debía quedar cerrada de bóveda a la altura del primer suelo del sobreclaustro, quedando libre de edificar nada por encima. El arco principal podría hacerse de ladrillo o piedra y tenían que abrirse una ventana para poner una imagen en el pilar colateral situado en el lado de la iglesia, y un arco de ladrillo en la pared pegada al claustro para hacer un confesionario. Las paredes medianeras se levantarían donde correspondiese, pero el convento pagaría la mitad de su coste, así como también se haría la parte que tocase a la capilla de la obra del campanario.
El derecho de sepultura en la cripta de la capilla sólo se aplicaría a Alonso Sánchez Maza, sus herederos y quienes ellos quisiesen.
Para el culto divino de la capilla daría Sánchez Maza un cáliz de plata, el frontal de la mesa del altar y una casulla de seda, esto a cambio de poner sus armas personales, y otros ornamentos. También quedaría dotada la capilla con tres mil maravedíes anuales para que se dijesen semanalmente dos misas por los difuntos del patrono y su primera mujer, Ana Martínez, dotación que se vería mejorada con aumento de misas cuando aquél hiciese testamento.
Cumplió Alonso Sánchez Maza con su palabra, y el día 10 de septiembre de 1559 impuso una memoria de misas para dar cumplimiento a una orden dada por su primera mujer en su testamento y por la cual disponía la creación de la memoria en la iglesia de Santiago, cuyos beneficiados se habían negado a aceptarla, por lo que el regidor encargaba las misas cada año. La capellanía consistía en decir, además de las dos misas ya establecidas, otra misa cuando falleciese Sánchez Maza. Las tres misas se dirían los lunes por las ánimas del Purgatorio, miércoles y viernes, con sus oraciones, conmemoraciones y responsos. La dotación se aumentó con otros cinco mil maravedíes.
Sabemos por este documento que la capilla aún no se había finalizado, pues «se ha de acabar conforme a la capitulación y asiento que de ello está hecho entre mí y entre el dicho convento, y después de así acabada no tiene necesidad hacer en ella reparos algunos por estar bajo de otros cuerpos y tejados de la dicha iglesia y casa del dicho monasterio».
El convento quedaba obligado a poner la cera necesaria para los oficios divinos, y el sacristán tenía que limpiar y barrer la capilla.
Capilla de San Cosme y San Damián.
 Familia La Jara (1583)
El 20 de junio de 1583 fue donada esta capilla a Martín García de Nieva, su hermana Juana Bautista, viuda de Juan de la Jara, y el hijo de ambos, Salvador de la Jara, cuando ya se encontraba en construcción. Estaba situada en segundo lugar en el lado de la Epístola, junto a la capilla colateral, que también estaba levantándose.
Antes de finalizar su construcción la capilla pasó a ser solamente propiedad de los herederos de Juan de la Jara, debido a la renuncia que Martín García de Nieva hizo de sus derechos tras haber recibido de su hermana y su sobrino una escritura en la que le pedían que no pagase lo que le tocaba de los gastos de la obra y la dotación de la capilla.
La obra, que tenía que seguir el modelo de las demás capillas, debería quedar finalizada totalmente en el plazo de un año a partir del otorgamiento de la escritura.
La edificación de la capilla fue contratada el 2 de enero del año 1584 con el albañil vecino de Huéscar Francisco González, quien realizaría la obra desde los cimientos –lo que indica que la construcción, aunque iniciada, lo estaba apenas- hasta acabarla del todo. La obra se haría con los materiales que le diesen –piedra, cal, yeso, madera y teja-, hasta el día de san Miguel de septiembre (29) de ese año. Los precios de la obra serían tasados por dos oficiales maestros de albañil, nombrados uno por cada parte, y el pago se haría conforme avanzase la obra y lo necesitasen los obreros.
Por un motivo que desconocemos el plazo para la edificación de la capilla no se cumplió, y cuando se realizó la dotación, el día 27 de abril de 1585, se dieron tres años más para finalizarla.
La dotación económica consistía en veintiocho ducados de censo, redimibles por una paga de cincuenta y ocho ducados, para decir cada año cuatro misas, tres cantadas con ministros –Santísima Trinidad, Presentación de Nuestra Señora y santos Cosme y Damián- y una rezada el día de Ánimas.
El convento quedaba obligado, cuando estuviese hecho el Sagrario, a colocar las reliquias de san Cosme y san Damián.
Capilla de San Blas. Familia Rojas
Bocanegra (1585)
Era la capilla colateral con la capilla mayor en el lado de la Epístola, junto a la de los herederos de Juan de la Jara, y también estaba iniciada su construcción cuando fue vendida, el día 26 de abril de 1585, a doña Beatriz Bocanegra, viuda del doctor Rojas, fallecido al menos en 1583.
Por la parte edificada pagaría doña Beatriz ochenta ducados hasta finales de septiembre.
Al día siguiente de comprar la capilla se hizo la dotación económica correspondiente, consistente en el pago de ciento veinte ducados anuales para que se dijesen cada año veinticuatro misas rezadas: nueve a las nueve fiestas de Nuestra Señora, cinco a las cinco llagas, tres a la Santísima Trinidad, una a san Blas, una el día de san Juan, dos a san Pedro y san Pablo, otra a santa María Magdalena y otra a santa Catalina de Siena.
Capilla de Nuestra Señora de la Encarnación.
 Familia Blázquez de Ávila (1585)
Fue vendida esta capilla el mismo día que la de San Blas, 26 de abril de 1585, a Juan Blázquez de Ávila, y se situaba en el segundo lugar del lado del Evangelio, junto a la capilla colateral de los herederos de Alonso Sánchez Maza.
Su comprador se comprometía a finalizar su construcción en el plazo de tres años y dotarla con tres ducados anuales para que se dijesen cuatro misas: dos cantadas de la Concepción y la Encarnación, con sus ministros y vísperas, y dos rezadas al Ángel de la Guarda y san Juan Bautista, las dos con responso, en sus días o sus octavas, con la opción de pagar cuarenta y dos ducados correspondientes al censo de tres ducados para eliminar la memoria de éstos.
Como la medianería de la capilla con la de Fernando Maza había sido costeada anteriormente por el convento, no tenía el tomador derecho alguno sobre ella, ni sobre la medianería del huerto. En este caso, si hiciese obra en ese lado antes que quien comprase la capilla colindante, podría llevar al lindero su medianería; pero si obrase después habría de pagar su parte.
Capilla de Santa Catalina Mártir. Familia Ruiz Tauste (1595)
Vendida el día 2 de enero de 1595 a Pedro Ruiz Tauste, era esta la tercera capilla del lado de la Epístola por ambos extremos, y colindaba por su derecha con la de los herederos de Juan de la Jara y por su izquierda con el espacio que posteriormente ocuparía la capilla de Nuestra Señora del Rosario.
Debía quedar edificada en un plazo de seis años y sería dotada con seis ducados anuales para que se dijese una fiesta de santa Catalina Mártir y otra de san Martín, y una misa en cada Pascua y los días de Todos los Santos, Difuntos y santo Domingo. Para la construcción de la capilla se emplearían los bienes dejados por su madre al difunto fray Martín González, que eran unas casas y una viña. Tendría derecho de enterramiento gratuito fray Melchor Valera en caso de morir en el convento, y los deudos de las partes siempre que diesen para la capilla alguna cosa de ornato de al menos un valor de cuatro reales.
Capilla de Nuestra Señora del Rosario (1596)
La hermandad de Nuestra Señora del Rosario fue fundada en fecha desconocida del siglo XVI y nosotros hemos podido documentarla en el año 1579. Desconocemos las circunstancias de su fundación, pero lo más probable es que se realizase tomando como imagen titular una ya existente en el convento, como ocurriría en el año 1632 en ese mismo templo al fundarse la hermandad de San José, cuya imagen titular ya estaba allí desde al menos junio de 1621 y había sido realizada por una orden testamentaria de 1609.
El hecho de que la hermandad de Nuestra Señora del Rosario tuviese su sede canónica en Santo Domingo convirtió a éste desde época temprana en centro de oficios religiosos organizados por dicha hermandad, tales como misas de difuntos, aniversarios, entierros, procesiones y demás festejos relacionados con la festividad de la imagen titular.
La capilla de Nuestra Señora del Rosario era el doble de grande que las demás debido a que el convento había donado a la hermandad dos capillas, cuya construcción no estaba empezada. Eran éstas las dos últimas del lado de la Epístola y las dos primeras a la derecha entrando por la puerta principal, colindando con la iglesia por el Sur, con la calle de las Mártires por el Este y con la capilla de Pedro Ruiz Tauste por el Norte.
Los frailes expresaron su intención de hacer donación de las dos capillas a la hermandad de Nuestra Señora del Rosario el día 5 de febrero de 1595. La donación, que incluía las medianerías, se hacía para que la hermandad costease la construcción de la capilla de dicha devoción, y que debería quedar dotada con diez ducados anuales para decir todos los sábados las misas que por los hermanos difuntos se decían de costumbre y las fiestas principales de la advocación.
El día 5 de marzo declararon los frailes que dejaban a la hermandad las limosnas y mandas que los devotos les hiciesen, pero las ropas y joyas de la imagen deberían ser para el convento, que era su propietario. Sin embargo un año después, el 9 de marzo de 1596, el hermano mayor de la hermandad, Juan del Saz, y los diputados Miguel Jiménez, Miguel Lozano, Juan de Viana y Pedro González de Lumbreras se negaron a aceptar las condiciones expresadas por los frailes, y consiguieron que el convento cediese a la hermandad la propiedad de las joyas de la imagen de Nuestra Señora del Rosario. La donación implicaba el derecho de la hermandad para disponer de la capilla a su voluntad.
Por un testamento sabemos que en 1597 todavía no se había empezado la obra de la capilla y, aunque desconocemos la fecha de inicio, suponemos que debió ser antes de finalizar el siglo, aunque la mayor parte de la obra se realizase ya en el siglo XVII, como deducimos del hecho de que todavía en 1611 se necesitase madera. El 12 de mayo de ese año Mateo Jume, Juan Francés y Bartolomé Francés, vecinos de Huéscar, contrataron la corta en el plazo de un mes de la siguiente madera destinada a la obra de la capilla del Rosario de Santo Domingo:
-Veinticuatro rollizos, la mitad de veintidós pies y la otra de diecisiete pies, a diecisiete maravedíes cada uno.
-Cuarenta y ocho ripias largas, a treinta maravedíes cada una.
-Treinta y dos cuartones, la mitad de diecinueve pies y catorce dedos en alfarjía la otra, a setenta y dos maravedíes cada uno.
-Ocho partalenas a dos reales cada una.
El 6 de junio, dentro del plazo previsto, todavía se estaba cortando la madera, según se dice en la carta de pago que otorgaron los trabajadores de haber recibido de la hermandad veintiocho reales.
Mucho tiempo después, en el año 1790, debido a las Pragmáticas de Su Majestad en materia de cementerios, la hermandad necesitó sacar por orden judicial una copia de la escritura de donación de las capillas –9 de marzo de 1596- para demostrar la propiedad de ellas y evitar que se le impidiese seguir utilizando la cripta para enterrar a los hermanos difuntos. La copia fue sacada el 9 de junio de 1790 por el notario José García de Torres.
Esta capilla no tenía comunicación con el convento, como indicaba en 1854 el vicario interino don José Pío Abellán en su informe al arzobispo de Toledo sobre cofradías y hermandades de la vicaría de Huéscar.
Capilla de San Juan de Letrán.
Sabemos que en 1585 todavía no estaba en construcción gracias a una escritura de donación de una sepultura que los frailes del convento otorgaron el 7 de noviembre de ese año a favor del escribano público Juan Valentín Martínez, como compensación por el favor que él y su padre, el también escribano –ya fallecido- Juan Valentín, hacían al convento desde muchos años atrás al no cobrarle ningún derecho por el otorgamiento de escrituras públicas.
La sepultura medía, como las demás, siete pies de largo y tres y medio de ancho, y estaba situada en el lado de la Epístola y junto a la capilla de San Blas, propiedad de doña Beatriz Bocanegra. Podrían enterrarse en ella, además del dicho escribano, su madre, doña Elvira Carrillo, su mujer, doña Leonor de Soto y Carrillo, y sus herederos y quienes ellos quisieran, siempre que fuesen cristianos viejos, y nunca esclavos ni criados. Además tendrían la obligación de hacer todos los años al convento una ofrenda de cera, pan y vino para el día de Todos los Santos, perdiendo el derecho sobre la sepultura en caso de no hacerlo más de dos años seguidos.
Cuando se finalizase la capilla de San Juan de Letrán, de la cual se dice «que se ha de hacer», podrían trasladar a ella su derecho de sepultura.
Capilla de San Pedro Mártir. Familia Martínez Carrasco.

Fundada en fecha que desconocemos por el padre del regidor don Juan Martínez Carrasco, según se dice en el testamento de la viuda de éste, doña Mariana Monreal Chacón, otorgado el año 162
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