La Construcción del Convento e iglesia de Santo Domingo, 6ºParte, por Jesús Daniel Laguna Reche
EPÍLOGO.
Finalizada la construcción de su
iglesia, los dominicos emprenden, como hemos visto, la finalización del
monasterio.
Las capillas, tal y como nos
indican los contratos, quedarían finalizadas en los últimos años del siglo XVI,
salvo la del Rosario, finalizada seguramente en la década de 1610 –no creemos
que tardase veinte años en ser construida-. De las capillas de San Pedro Mártir
y San Juan de Letrán, creemos que su construcción fue paralela a la de las
demás y no debió ir más allá del año 1620 sencillamente porque consideramos
ésta una fecha bastante tardía para capillas no demasiado grandes, realizadas
además con materiales sencillos, aunque no dispongamos de datos concretos que
permitan saber el año exacto en que las diez capillas estaban finalizadas.
El claustro, proyecto que el
convento no quiso abandonar hasta el final, y que hubiese sido con toda
seguridad de una interesante fábrica –júzguense el coro y la armadura del
tejado-, hubo finalmente de ser abandonado
definitivamente, quedando nada más que un espacio abierto y separado del
exterior por unos lienzos de tapia.
Como todo edificio, el convento
de Santo Domingo sufrió con el tiempo cambios y obras nuevas, bien para reparar
desperfectos, bien para añadir o suprimir estancias; aunque quede fuera del
ámbito de este estudio, vamos a decir algunas palabras a este respecto.
Las cinco capillas del lado del
Evangelio fueron derribadas íntegramente en las obras de adaptación de la
antigua iglesia del convento para su uso, desde 1858, como teatro y sala de
espectáculos. De este modo los cinco arcos de las capillas dan paso desde la
iglesia al huerto.
El lado de la Epístola es
bastante más complejo. Las citadas obras decimonónicas de adaptación se
llevaron por delante los muros medianeros entre las capillas de San Blas y San
Cosme y San Damián, y entre las de Santa Catalina Mártir y Nuestra Señora del
Rosario, capilla ésta cuya construcción actual no se corresponde con los datos
aportados por la documentación fundacional, según la cual, como hemos visto
anteriormente, los frailes del convento habían dado a la hermandad del Rosario
el espacio correspondiente a dos capillas para que hiciesen la suya. Atendiendo
a estos datos, hemos de creer –y así lo hacemos- que la hermandad del Rosario
fabricó su iglesia ocupando el espacio destinado para dos capillas. Sin
embargo, al observar la planta de las dos iglesias, vemos que la de Nuestra
Señora del Rosario no abarca el espacio que le había sido asignado y donado por
los frailes, puesto que, además de ocupar hacia la calle Mayor un trozo del
compás del convento, incluye una parte de la capilla colindante, la de Santa
Catalina Mártir, fundada en 1595 por Pedro Ruiz Tauste. El muro que separa
ambas iglesias corta esta capilla en línea recta en dos mitades, quedando una
en cada iglesia, y divide también, esta vez en diagonal, una de las capillas
asignadas a la hermandad del Rosario. Atribuimos este hecho a unas obras de
remodelación de la capilla, realizadas en fecha que desconocemos, a no ser que
el fundador de la capilla colindante, puesto que ésta apenas se había empezado
a construir cuando el convento hizo la donación a la hermandad del Rosario,
aceptase modificar su proyecto y ceder parte de su terreno, si bien esta
hipótesis no es demasiado creíble.
Todavía en febrero y septiembre
de 1628 el Ayuntamiento concedía dos licencias a los frailes para la corta de
ciento treinta y veinte pinos blancos respectivamente, destinados al claustro
–quizá aún el proyecto no había sido abandonado, o eran para otra obra en ese
sitio-, el huerto y las parras.
Del siglo XVIII, aunque quede
fuera del objetivo de este trabajo, aportamos dos noticias relativas a obras en
Santo Domingo, aunque evidentemente muy alejadas de su fábrica inicial y que
tan sólo supusieron una transformación de aquélla.
En el Cabildo celebrado el día 3
de noviembre del año 1739 se concedió licencia para la corta de doscientos
pinos para la fabricación de una sillería para el coro alto y otros reparos.
Desconocemos si esa nueva sillería sustituyó a una más antigua o, por el
contrario, no existía sillería. Los datos, tanto de la construcción del coro en
1584-1585 como de las fábricas posteriores son tan poco explicativos que apenas
sí podemos salir de la pura conjetura.
Años más tarde, en otro Cabildo
de 18 de mayo de 1748, se vuelve a dar licencia para la corta en el barranco de
Jorquera, calar de la Puebla, de quinientos pinos blancos y doce carretadas de
latas, destinados a la construcción de una nueva capilla para el Cristo de la
Escalera, al cual los frailes querían dar mayor culto y decencia y cuya
presencia en el convento desconocemos a qué época se remonta. Las latas eran
para los puntales y parras del huerto.
Quedan muchas dudas por resolver
acerca del tema que nos ocupa; quizá podamos acabar con algunas mediante la
simple observación de lo que aún queda en pie, que no es poco. En este sentido
sería muy interesante comprobar las diferencias y los cambios existentes entre
lo que nos dicen los documentos y el estado actual del edificio. Lo demás
deberá esperar la aparición de nuevos documentos, que en caso de existir se
hallan seguro en algún desván, alguna cámara o algún corral de cualquier casa a
la espera de que la incultura los haga desaparecer o ser vendidos a un anticuario,
o el respeto los rescate para la gente de Huéscar.