La Construcción del Convento e iglesía de Santo Domingo, 2ºParte, por Jesús Daniel Laguna Reche


CAPÍTULO 2: 1547-1560. LOS PRIMEROS AÑOS Y LAS PRIMERAS OBRAS

Quienes formaban la comunidad dominica fundacional de Huéscar eligieron para edificar su casa, siguiendo las exigencias de la vida contemplativa y monástica, una enorme parcela de tierra, situada extramuros de la ciudad a la entrada del camino de la ermita de las Santas Patronas, en cuyo honor los frailes nombraron a su convento de las Mártires. El edificio se planificó y construyó orientando el altar mayor hacia el Norte y situando la puerta principal, como de costumbre, al pie de la iglesia, es decir, al Sur. El lado del Evangelio quedaba orientado hacia el huerto del convento, en el lado Oeste, y por el otro lado, al Este, pasaba la calle de las Mártires, actual Mayor.

 

La desaparición del archivo del convento y de las Actas Capitulares del Ayuntamiento correspondientes a la época de fundación y construcción del edificio nos impiden corroborar el año 1547 como el de la dicha fundación. En este sentido cabe mencionar el hecho de que en las cuentas de Propios del Concejo del año 1551, tomadas el 26 de enero de 1552, el mayordomo Fernando de Martos expresase el pago de diez ducados a un tal licenciado Muñoz, que había ido a hablar con el provincial de los dominicos para hacer y fundar un monasterio en Huéscar. En las cuentas del año siguiente aparecen registrados seis ducados pagados a fray Juan de Sosa, prior de Orán, por el mismo concepto. Como no se explica cuándo se realizaron las entrevistas, y era normal que se retrasasen algunos pagos, es perfectamente posible que la fundación se realizase en 1547 y el pago de las entrevistas se retrasase hasta 1551.

Ya en 1553 encontramos a los frailes ejerciendo su trabajo de cura de almas, dando sermones, haciendo confesiones en adviento y cuaresma, y diciendo misas en las salas del Ayuntamiento, a cargo del Cabildo municipal, que pagaba nueve mil maravedíes anuales, práctica que se prolongó a lo largo de mucho tiempo y que aparece reflejada en las cuentas de Propios hasta al menos finales del siglo XVII.

Es evidente que la construcción del convento y su iglesia debió empezar nada más llegar los frailes al pueblo. Suponemos que, como ocurriría medio siglo después a los franciscanos, estos frailes debieron buscarse una residencia provisional mientras construían su convento.

La devoción del pueblo tuvo que ayudarles de alguna manera a hacerse con una importante extensión de tierra que pronto se vería aumentada con donaciones pías y compras. En este sentido hemos de mencionar la adquisición por parte del convento de un bancal en 1556, y la intención, ese mismo año, de dar en arriendo una parte del huerto, pegada a los muros de la iglesia. En noviembre del año siguiente fue una vecina de Castilléjar quien legó a los dominicos una viña a cambio, eso sí, de una determinada memoria de misas.

Por su parte el Ayuntamiento, en aquellos tiempos en estrecha relación con la Iglesia, hizo más de una vez merced a los frailes de doscientos pinos para la fábrica de su casa e iglesia. No hemos podido averiguar cuántas veces fue dada dicha merced, ya que en la documentación conservada sobre la gestión de las cuentas de Propios de la ciudad sólo se anotan gastos e ingresos, y una merced no supone para el Ayuntamiento ninguno de esos conceptos. Resulta curioso el hecho de que prefiriesen los beneficiarios vender una parte o la totalidad de los pinos que se les daban, bien porque recibían mercedes habitualmente y les sobraba madera, bien porque no era muy cara y ganaban más dinero vendiéndola. Debió ser así, y el 7 de enero de 1556 se efectuó la venta de los pinos concedidos en la primera merced de la que tenemos noticia.

La construcción del conjunto monástico fue ardua y, a pesar de disponer de pocos datos para un espacio de tiempo amplio, podemos deducir que las obras se vieron paralizadas en más de una ocasión y desde pocos años después de empezar a trabajar los albañiles; las importantes dimensiones de la iglesia, el número de capillas y los proyectos de la armadura del tejado y un claustro de al menos dos galerías superpuestas, además de las estancias necesarias para la vida conventual, suponían un gasto importante que nunca encontró recursos suficientes, a pesar de las mercedes de madera del Ayuntamiento, la venta de pinos, capillas y sepulturas, sermones, misas y predicaciones de los frailes por las iglesias de la ciudad e incluso en las salas capitulares, las donaciones pías, memorias de misas, capellanías y demás instrumentos legales de carácter religioso. De no ser así no es posible entender que se tardasen más de treinta años en terminar la iglesia, cosa que ocurrió en abril del año 1585.

El proyecto inicial sólo se pudo hacer realidad en parte, y lo que se hizo sufrió un considerable retraso. De este modo la armadura de madera de la iglesia, auténtica joya artística y obra maestra de carpintería, fue programada y dibujada hacia 1554 pero su fabricación no pudo llevarse a efecto hasta justo treinta años después, en 1584; el claustro, varias veces retomada su obra, acabó finalmente por ser un simple espacio de huerto separado del exterior por sencillas tapias; tampoco pudo realizarse el ábside de la capilla mayor, y la luz del enorme arco que al efecto se hizo hubo de ser cegada con el muro del altar mayor; las capillas, cinco a cada lado, vieron retrasada su construcción y, salvo la primera del Evangelio, iniciada hacia 1557, todas estaban sin empezar o apenas señaladas al finalizarse el cuerpo de la iglesia. Hasta el campanario estaba en 1585 sin fábrica definitiva, y al final quedó en una sencilla espadaña, como mucho cambiada de sitio, no muy diferente de la que desde el principio con toda seguridad existía, a modo de solución provisional y a la espera de unos recursos que nunca llegaron, poniendo en peligro la última fase del cuerpo de la iglesia, ya en 1585, cuando era la colocación de la armadura de madera y el tejado lo único que quedaba, y para lo cual tuvo el convento que vender alguna de la madera que tenía guardada en sus estancias.

Antes del año 1560 de la construcción del convento sólo sabemos que estaba en curso, gracias a la citada merced de madera del Concejo y a la anotación de las libranzas y limosnas dadas a los frailes para las obras en concepto de misas y sermones.

Desde esa fecha y hasta el año 1580 hay un vacío documental de veinte años que nos impide saber algo más de lo que ya se ha dicho en referencia a la falta de recursos y los necesarios y consecuentes cambios del proyecto inicial. Veamos los datos de que disponemos.

El día 8 de enero de 1560 se firmó un contrato para la corta y el labrado de una importante cantidad de madera para la fábrica del convento. Los franceses Antón Zapatia y Juan Jaumet se comprometieron a cortar en la umbría de la Sagra toda la madera que fuese menester para la obra, aprovechando la merced de pinos concedida por el Ayuntamiento, y que no sería la única. Los trabajos de corta de madera empezarían a fines de febrero y no cesarían hasta acabar. El convento por su parte pagaría la madera en vino y trigo al precio corriente del momento del pago, daría dinero cuando hiciese falta para carne y calzado, o para la obra, y costearía también el envío de las mercancías al lugar de trabajo de los obreros.

Las piezas que debían fabricar eran las siguientes:
  • Estribos y tirantes del marco de la A de treinta pies de largo, a tres reales cada uno.
  • Cuartones del marco de la B de veinticuatro pies de largo, a dos reales por pieza.
  • Cuartones de dieciocho pies de largo del marco de la C, a real y medio cada uno.
  • Todos los pares de las armaduras, del marco de la “de”, la mitad de dieciséis pies de largo y la otra mitad dieciocho pies, a cuarenta y dos maravedíes cada uno.
  • Toda la ripianecesaria, a nueve maravedíes cada una.
  • Toda la alfarjía necesaria, a diez maravedíes cada una.

Dos de los carpinteros que a buen seguro trabajaron con la madera labrada en virtud de la anterior escritura eran Diego Martínez y Baltasar de Molina; aunque no conocemos ningún contrato con carpinteros, sí sabemos que en diciembre de 1561 los frailes decidieron demandarlos por la obra del convento, seguro que por el incumplimiento de algún contrato de obra de carpintería, bien por ausentarse de la obra, bien por hacerla con mala calidad. Conocemos al carpintero Baltasar de Molina por las puertas, ventanas, escaleras y demás piezas que realizó para las salas municipales y la cárcel en 1547 y posteriores, y por haber recibido por aprendiz al joven Juan Ruiz, vecino de Baza, el 8 de marzo de 1548.
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